El hacha oxidada

Cuenta una vieja leyenda que en la provincia china de Zhejiang (capital Hangzhou) vivía un carpintero bastante despreocupado llamado Wang Zhi. Le gustaba ir a la montaña y recoger madera.

Un día el carpintero tomó su hacha y subió a la montaña. Una montaña habitada por hadas. Se perdió, pero al rato encontró a dos ancianos jugando a un extraño juego. Con el tablero de baduk apoyado en una roca, y otra gente mirando. Wang Zhi recibió una ciruela, que sació su hambre y sed, pero el juego entre los ancianos le resultaba fascinante. Apoyó su hacha en una roca y continuó mirando. Un juego enormemente bello.

Un tiempo después, alguien le preguntó al carpintero si no debería ir a casa. El carpintero entonces agarró el hacha, y para su sorpresa, el hacha estaba oxidada. Volvió al pueblo, para descubrir que habían pasado 100 años. Nadie ya conocía su nombre…

Esta leyenda es una de las más antiguas que mencionan el baduk, cuya primera referencia data del año 900. Llamada «lanke (爛柯)» en chino, «ranka» en japonés, o «nanga» en coreano, que significa «hacha oxidada», ha servido de inspiración a poetas de oriente durante siglos.

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