El viaje me llevó unas 20 horas, cruzando todo el Mediterráneo y Oriente Próximo hasta Doha, y de ahí cambiando de avión y cruzando toda Asia hasta aterrizar en Incheon. Comparado con volar en invierno, la visión de como afecta el verano en diferentes ciudades es cuanto al menos curiosa. Especialmente en Doha donde un mensaje de «Check cooling system» aparecía en los monitores de embarque cada dos por tres.
Me vinieron a recoger al aeropuerto, todo un detalle, y me acercaron a la residencia donde pasaremos 1 mes. Las habitaciones son pequeñas para nuestros estándares, pero muy completas: cama de 70x185cm, tele, armario y cajones por todos lados. Por un momento recordé el camarote del velero de Dani en Cádiz. Mi habitación es de unos 3m², con un baño propio completo de 1m². El baño es estilo coreano, con lavabo y WC, y la ducha es «todo» el baño. Aunque parezca descorazonador, la verdad es que ¡el sitio es mucho mejor que el otro en el que estuve la otra vez que vine a Corea!
La residencia tiene una cocina comunitaria con arróz y lamien (ramen, fideos) gratis, aunque estos últimos desaparecen por la mañana. Hay también una habitación con 2 lavadoras, y varios baños extra. Y en la puerta varias taquillas para dejar los zapatos.
Tras dejar el equipaje en la habitación, me acercaron al club de baduk donde se hacen casi todas las actividades. Con 2 salas donde jugar, y un montón de gente jugando, especialmente el típico anciano que te despistas y te destroza sobre el tablero. Al fondo estaban Joan y Pascualino esperándome, y junto con los profesores, fuimos a cenar al clásico sitio de barbacoa coreana. Por lo visto este barrio está plagado de sitios de barbacoa, aunque ya tengo localizada una kimbabnara de precios irrisorios.